Luz de febrero by Elizabeth Strout

Luz de febrero by Elizabeth Strout

autor:Elizabeth Strout [Strout, Elizabeth]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


PEDICURA

Era noviembre.

En Crosby, Maine, todavía no había nevado ningún día, y como ese miércoles estaba despejado, el mundo lucía una especie de aterradora belleza: los árboles de hoja perenne permanecían muy tiesos, en posición de firmes, como si tuvieran frío, y los robles retenían aún su follaje, dorado y reseco, pero el resto estaban desnudos, con el tronco oscuro, y se alzaban hacia el cielo cada vez menos erguidos, y las carreteras se veían peladas y los campos barridos, limpios, y todo tenía un aspecto algo cadavérico y absolutamente fabuloso debido a aquella luz que descendía de forma oblicua y nunca alcanzaba lo alto del cielo. El cielo era de un azul más bien oscuro.

Jack Kennison le sugirió a Olive Kitteridge que fueran a dar un paseo en coche.

—Me encanta salir en coche —dijo ella.

Y él le dijo que ya lo sabía, que se lo sugería precisamente para que se pusiera contenta.

—Ya estoy contenta.

Y Jack le dijo que él también.

Se montaron en su Subaru nuevo —a Olive no le gustaba el deportivo— y se pusieron en marcha. Decidieron ir a Shirley Falls, que estaba a una hora de camino: allí era donde Olive había estudiado secundaria y de allí era originario su primer marido, Henry.

Jack y Olive ya llevaban juntos cinco años. Jack tenía setenta y nueve años y Olive, setenta y ocho. Durante los primeros meses, dormían abrazados. Ninguno de los dos había abrazado a otra persona en la cama en años. Las veces que Jack había conseguido salir con Elaine, habían dormido más o menos abrazados en el hotel en el que estuvieran, pero no era lo mismo que hacían Olive y él durante sus primeros meses juntos. Olive pasaba la pierna por encima de las de Jack, le apoyaba la cabeza en el pecho y a lo largo de la noche iban cambiando de posición, pero se mantenían abrazados, y Jack pensaba en sus cuerpos grandes y viejos, dos náufragos lanzados a la orilla… ¡Y qué manera de aferrarse a la vida!

Él jamás lo habría imaginado. Ella tan Olive, él tan necesitado de ella. Nunca en la vida habría imaginado que pudiera pasar sus últimos años con una mujer como ella de esa manera.

Porque con ella podía ser él mismo. Aquello era lo que había pensado durante aquellos primeros meses con Olive entre los brazos, dormida y roncando ligeramente. Y seguía pensándolo.

Y eso que podía llegar a ser muy irritante…

No desayunaba y se ponía en marcha al momento, como si tuviera cosas que hacer.

—Olive, no tienes nada que hacer —le decía él.

Y ella le sacaba la lengua. Le sacaba la lengua. Por Dios.

Cuando se casaron, Jack empezó a comprender que el nivel de angustia de Olive era elevado. Balanceaba un pie constantemente cuando estaba sentada. De pronto salía de casa diciendo que tenía que ir a comprar tela a la tienda de telas de Joann y apenas lo decía ya estaba en la calle. Pero todavía se abrazaba a él por las noches, y él a ella.



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